En las alturas de la cordillera de los Andes, donde el aire es puro y las aguas brotan de las entrañas de la tierra, se encuentran dos termas que han despertado fascinación y controversia por igual.
El Toro y El Flaco. Ambas comparten una característica única: sus aguas están cargadas de arsénico, un elemento químico conocido por su toxicidad, pero también por sus propiedades terapéuticas.
¿Son estas aguas un remedio milagroso o un veneno silencioso?
El arsénico: Un elemento dual
En las termas de El Toro y El Flaco, el arsénico está presente en concentraciones significativas.
Las aguas de El Toro, ubicadas a 3.400 metros sobre el nivel del mar, son hipertermales (46-52°C) y contienen arsénico, bromo y yodo, lo que las hace únicas en su composición.
Por su parte, las termas de El Flaco, a 1.750 metros de altitud, tienen aguas que oscilan entre 73 y 96°C, utilizadas tradicionalmente para tratar artritis, reumatismo y afecciones respiratorias.
La historia de las termas: Entre la medicina y la leyenda
Las termas de El Flaco tienen una rica historia que se remonta al siglo XIX. Fueron estudiadas por primera vez en 1861 por el científico Ignacio Domeyko, quien documentó sus propiedades terapéuticas.
La leyenda local cuenta que un arriero dejó un caballo enfermo cerca de las aguas y, al regresar, lo encontró rejuvenecido. Este relato popularizó las termas como un lugar de curación.
En el caso de El Toro, su fama se debe a sus aguas fuertemente arsenicadas, que han sido utilizadas para tratar afecciones cutáneas y como estimulante general.
Sin embargo, su ubicación remota y las dificultades de acceso han limitado su explotación comercial.
¿Remedio o veneno? El debate científico
El uso terapéutico de aguas con arsénico no está exento de controversia.
Por un lado, estudios han demostrado que el arsénico puede tener efectos beneficiosos en dosis controladas, como el aumento del apetito, la mejora de la circulación y la cicatrización de heridas.
Por otro lado, la exposición prolongada o excesiva puede causar intoxicación, con síntomas que van desde problemas digestivos hasta cáncer de piel.
En las termas de El Flaco, por ejemplo, las aguas han sido utilizadas durante décadas para tratar enfermedades reumáticas y respiratorias. Sin embargo, la falta de regulación y supervisión médica ha generado preocupación sobre los riesgos potenciales para la salud.
El desafío del turismo y la conservación
Ambas termas enfrentan desafíos similares: la falta de infraestructura adecuada y la necesidad de equilibrar el turismo con la conservación.
En el caso de El Flaco, los conflictos legales y administrativos han retrasado proyectos de mejoramiento, lo que ha limitado su desarrollo como destino turístico.
Por su parte, El Toro sigue siendo un lugar casi inexplorado, con un potencial turístico y terapéutico que aún no ha sido aprovechado plenamente.
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